Colaboracionismo y tiranía



Me voy a permitir ser políticamente incorrecto, y señalar claramente que debemos castigar y rechazar frontalmente el colaboracionismo entre el gobierno de Moreno y aquellos, con los que ahora comparte el poder.

La tiranía y sus aliados

A lo largo de la historia de la humanidad la prolongación de las tiranías ha contado con aliados sin los cuales su permanencia en el tiempo y con él, la profundización del daño que estas producen hubiera sido inconcebible. 

Éstas tuvieron siempre por aliados un relato que las justifica, “un pasado que dejar atrás, el retorno a un escenario democrático[1] perdido en algún momento específico del tiempo, la necesidad de un punto final a una situación que se estima terriblemente indeseable, la idea de recuperar un cierto estado de cosas, que se supone ocurrió en algún pasado remoto y que suponen una vuelta a la gloria en contraposición con un ahora presente decadente”. En resumen, un mito que se transmite a la población a través de un aparataje propagandístico creado para el efecto, entiéndase medios de comunicación, literatura, textos educativos, redes sociales (en la actualidad) y suministrado por los creadores del mismo, quienes adicional a la creación y masificación del mito tienen la tarea constante de mantenerlo vigente. Huelga decir que para ello no importa si es necesario modificar, alterar o tergiversar la historia de la sociedad de la que estemos hablando.

Los intelectualoides

Hijos del libreto y receta necesaria para alcanzar y mantenerse en el poder, todo mito o relato requiere de los mensajeros del mismo. Distantes de la realidad, y en ese sentido intelectualoides y no intelectuales, son los culpables primarios de la difusión mitológica de la idea que dará sustento a la tiranía futura. Deben poseer cierto ropaje de intelectualidad, estar ubicados estratégicamente, son quienes deben formar y multiplicar a quienes cual empresa multinivel lleven el mensaje a otros, tienen la no sencilla tarea de cambiar el clima de opinión pública, pero eso sí, una vez que logran mover el centro del debate político hacia el objetivo determinado, lo demás cual dominó empieza a caer por su propio peso. En América Latina tenemos ejemplos de aquellas cosas en “que se vayan todos”, “el feriado bancario”, “la noche neoliberal”, “la redistribución de la riqueza”, “los derechos del trabajador son irrenunciables” (sí, esto también), “el extractivismo”, “la asamblea constituyente de plenos poderes”, “eliminar las desigualdades”, “no a la privatización”, y un larguísimo etc.

Es necesario anotar que esta elite intelectual puede estar incluso convencida de lo que propone, y desarrollar su trabajo con cierta honestidad, aunque al final sus buenas intenciones causen el infierno en la tierra. También suele ser acomodaticia y funcional a los intereses de la tiranía, total como todos los demás seres humanos actúan en función de incentivos y del contexto en que se encuentran inmersas.

Un enemigo contra el cual luchar

Éste se desprende del mito creado, y su derrota situación, por cierto, indeseable para quienes están en el poder, es en parte la razón que justifica que quienes luchan contra éste permanezcan eternamente en el mismo. Ejemplos de enemigo son el imperio, el embargo económico, los judíos, la prensa corrupta, los poderes fácticos, la oligarquía, Wall Mart o el Pato Donald todo vale y se justifica en función del objetivo de mantenerse en el poder.

Los colaboracionistas

No hay tiranía alguna que pueda consolidar su poder sin la ayuda de un grupo interesado de beneficiarios del nuevo status quo. Empecemos por la idea de la consolidación.

La llegada al poder tiene similitudes con el momento del despegue de un avión, con éste el viaje inicia y a la vez es el momento de mayor fragilidad del vuelo. A éste (el poder) se llega con cierto capital político, es beneficiario del mito o relato ahora compartido, sin embargo, no tiene necesariamente un cheque en blanco, necesita ganar terreno, la tiranía de turno a ganado una batalla, pero no “la madre de todas las batallas”, ésta necesita de aliados que allanen el camino. El camino de la consolidación requiere de voces fuera del espectro natural de influencia de quienes han creado el mito, unir a quienes son aparentemente opositores se vuelve mandatorio.

Tan necesario como natural el discurso del diálogo, la idea de la unidad, el todos con un mismo propósito, el país primero antes que los intereses personales, es utilizado por tirios y troyanos. Sin embargo, en el caso de las tiranías la necesidad de la consolidación (para fines perversos) requiere mandatoriamente de la división de los actores de oposición, para ello, la compra de conciencias, el reparto de poder, y la venta de cortinas de humo que no permiten ver a los pocos involucrados en esto de manera honesta, que son víctimas del proceso de legitimación de una tiranía en ascenso.

Un alto en este relato

Quiero hacer una puntualización importantísima. Si bien es cierto, que los elementos y el desarrollo del artículo se mantiene vigente de manera atemporal e indiferente de sus actores locales o particulares. Lo que me ha llevado a escribir estas líneas es la convicción de que, en este momento en el Ecuador, la tiranía socialista camuflada de Lenín Moreno está recibiendo apoyo de actores y grupos políticos conocidos que hacen las veces de colaboracionistas. Esta situación, que hoy para algunos no tiene mayor importancia, pues se trata de un gobierno diferente al de Rafael Correa no es menor. Lenín Moreno es en esencia, en el fondo, y en la práctica lo mismo que Rafael Correa, pero en una envoltura diferente, y por ello, serán culpables de lo que se está cocinando en este momento en nuestro país todos aquellos que colaboran políticamente con el régimen. 

Entre Moreno y Maduro, es la dolarización y las fuerzas armadas lo que diferencia a los resultados actuales, sin eso, sólo es el tiempo y la velocidad que se le imprime al proceso lo que marca la diferencia entre uno y otro escenario.

Actuar como colaboracionista con Lenín Moreno es el equivalente a no entender lo que vivimos durante más de una década y, además, no tener un mínimo de decencia y de responsabilidad.

Una fuerza armada que lo sostenga

Como naturalmente es predecible en algún momento los resultados y la práctica totalitaria son incompatibles con las libertades a las que los ciudadanos otrora estaban acostumbrados, por ello, es necesario un grupo de gente con armas que impida el levantamiento de los grupos inconformes. 

Juega en esto también el desarme de la sociedad civil, todos los regímenes totalitarios desarmaron previamente a los ciudadanos, la complicidad total o parcial ante los crímenes que se cometen en el país, y la colocación de hombres de confianza en los puestos claves de las fuerzas armadas. Una vez más la compra de conciencias es un requisito indispensable para la tiranía.

También suelen formarse grupos paralelos que son utilizados para la intimidación y sometimiento de quienes son parte de las voces disidentes. Ejemplos de esto abundan en la literatura de las tiranías.

Una base popular o los beneficiarios de la promesa

Si bien es cierto que las tiranías se sostienen en el poder, por la mezcla de los elementos arriba mencionados, no es equívoco sostener que al menos temporalmente gozan de cierto respaldo en la población. Al fin y al cabo, alguien tuvo que comprar el mito. Carentes de los elementos necesarios para establecer las relaciones de causalidad entre lo que sucede en el país y cómo llegamos a ello, o por la simple creencia de ser los beneficiarios de un anhelado beneficio prometido, así como también por haber sido asimilados por el sistema, desde grupos humanos carentes de recursos hasta empresarios beneficiarios de contratos y el nuevo estado de cosas la tiranía suele tener seguidores. No hay poder tiránico que al menos en algún instante, no haya contado con el apoyo directo de un grupo de personas que consideraron por razones muy diversas que lo que estaba sucediendo estaba bien. Una vez más el mito y su perenne reforzamiento es clave en la mantención del apoyo de este sector de la sociedad.

Por último y no menos importante, en toda sociedad en la que una tiranía se ha impuesto existe también un grupo de personas que fueron capaces de ver llegar el problema desde lejos, y que desde el principio objetaron la llegada tanto del mito, como del tirano. Estos son los artífices del agotamiento de la tiranía, su persistencia y claridad, sumado a los descalabros, crisis y falta de libertades que en algún momento se presentan claras para la mayoría, son necesarios y claves para destruir la jaula totalitaria.

Resumiendo, y porque todo tiene su final (incluído las tiranías) quienes hemos defendido la libertad a lo largo de la década espantosa no debemos confundirnos ante esta realidad, en Ecuador hay que desmontar el aparataje socialista que se mantiene aún vigente con Lenín Moreno, y además, enterrar políticamente a aquellos colaboracionistas que hacen posible el funcionamiento de esta nueva estafa con diferente envoltura.

Al buen entendedor, pocas palabras.

Seguimos conversando,

Joselo Andrade Rada





[1] Entendiendo por este no necesariamente lo que la mayoría de los ciudadanos entienden por aquel, siendo en algunos casos potencialmente deseable y en otros, terriblemente peligroso.

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